sábado, 30 de septiembre de 2017

CRÍTICA: ZAMA de Lucrecia Martel

Zama (Argentina-Brasil-España / 2017) Dirección: Lucrecia Martel / Guión: Lucrecia Martel / Fotografía: Rui Poças / Elenco: Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín







   Don Diego de Zama mira el horizonte, camina por la playa. Un poco más allá juegan unos niños. De pronto se escuchan algunas risas. Dichas risas despiertan la atención del corregidor español que rápidamente se desprende de sus pensamientos y sube por los médanos hasta encontrar su origen. Se trata de un grupo de mujeres, naturales del lugar, nativas de esa América profunda en la que Zama presta servicios a la corona, que,  reunidas bajo el sol, cubren sus cuerpos desnudos con la arcilla mojada de la playa.
Don Diego, desde la altura, desde su situación de privilegio, las mira al resguardo de unas matas. De pronto una de esas mujeres repara en la presencia del hombre y al grito de “mirón” comienza a subir la cuesta para increparlo. Zama, descubierto, emprende la huida pero la mujer no tarda en alcanzarlo y tironea de sus ropas, lo retiene. A Zama no le queda más remedio que volverse y enfrentarla. Forcejea con ella y, finalmente, la abofetea. El sujeto que mira (Zama/el español) se separa violentamente del objeto mirado (la nativa/el nuevo mundo). Dicha acción no es gratuita, marca una ruptura. De allí en más Zama se sentirá prisionero de esa porción de tierra americana en la que ha sido nombrado corregidor, de las cuales empieza a sentirse completamente separado, y esperará con ansias su traslado a un lugar más amigable e incluso añorará el regreso al continente europeo.
   También el espectador es un sujeto que desde una situación de privilegio (la butaca de una sala de cine) mira un objeto en apariencia inerte: la película Zama.
   También, como el personaje, asiste a la función motivado por la curiosidad y, por qué no, en busca de gozo. Entonces, la palabra “mirón” también  tiene al espectador como destinatario.
   Sin embargo, el objeto mirado, informa Lucrecia Martel a partir de esa ruptura, será esquivo. Zama, la película, es una cachetada que separa, distancia, extraña y llena de perplejidad al espectador.

Continuará…
 

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