viernes, 11 de abril de 2014

APUNTES: JOURNEY TO THE WEST de Tsai Ming-Liang

Journey to the west (Xi you/Francia-Taiwan/2014) / Dirección: Tsai Ming-Liang


   Tsai propone formas. Así en el cine como en la vida.

   Una ciudad de hoy puede ser cualquier ciudad; un inmenso bloque de cemento informe que todo lo absorbe y lo diluye. La ciudad, en la obra de Tsai, deglute al hombre. Y Tsai propone otros ámbitos para recuperar la vida.

   En Journey to the west, al exceso de movimiento de la ciudad le opone el movimiento mínimo. Hay un monje que se desplaza por las calles en cámara lenta. El monje parece clavado en su sitio. Y se abre el abismo del ser y del tiempo. Y la ciudad aparece en toda su desmesura ¿Por qué el apuro? ¿Adónde va esa gente? ¿Quiénes son? ¿Qué hacen?

   Tsai obliga, por quietud, con su monje en cámara lenta, a mirar de otro modo. Y si la mirada importa, entonces cabe la pregunta: ¿Adónde va el cine tan apurado? ¿De qué habla? ¿Cómo habla?

   Un occidental, un actor francés, comienza a seguir los pasos del monje. A su ritmo. A lo mejor es un principio. Tsai, extremista de la idea y de la forma,  propone.







martes, 8 de abril de 2014

CRÍTICA: SOY RINGO de José Luis Nacci



Soy Ringo (Documental/Argentina/2014) / Dirección: José Luis Nacci





   Ringo está en el cine. El fortachón de la voz débil, el boxeador de los pies planos, el hijo de Doña Dominga, el provocador políticamente incorrecto. El Ringo que varias veces estuvo a un golpe de ser campeón del mundo. El que tiró a Clay, el que cantaba Pío-pío. El Ringo de los Conforte, el humorista, la máquina de generar anécdotas, el asesinado en Reno.  

   José Luis Nacci sabe de cine. Sabe muchísimo de cine. Y los que saben, saben que sabe. Aquellos que desprecian a los críticos los comparan con eunucos; dicen que, como éstos, ellos saben cómo hacerlo pero no pueden hacerlo. Pues bien, y aún aceptando esa absurda premisa, Soy Ringo es la prueba de que José Luis Nacci (que enseña cine, que es un Maestro –con mayúsculas- del análisis cinematográfico) no tiene vocación de eunuco. Nacci lo hizo. Y lo hizo de manera magistral.

   Confiando en la imagen (donde lo dicho se subordina al cómo se lo dice) y apoyado en una sólida estructura, Soy Ringo tiene sabor a clásico.

   La película cuenta la historia, con final trágico, de un tipo que supo inventarse a sí mismo. Un tipo que sabía perfectamente -y lo decía- que una vez retirado el banquito del rincón había que arreglárselas solo (un filósofo recuperado del ostracismo en los sesenta/setenta decía que el hombre era “eyectado al mundo”. Pero eso Ringo quizás nunca lo supo). El sabía intuitivamente que en el cuadrilátero, entre las cuerdas, había que pelear. Así en el ring como en la vida. Sobre todo cuando se viene de abajo. O se va de sur a norte. Hay que salir a pelearla.  

   “¿No soy un cobarde? ¿Viste que no soy un cobarde?”.

   Y Soy Ringo sabe también a cine moderno. Porque Ringo, el personaje, es pura representación. Y es auto conciente de ello. Nunca sabremos cómo era ese hombre en realidad, nunca sabremos la verdad. Sólo queda la imagen exterior, un recorte parcial de su vida, la parte que el mismo quiso que se viera. Porque el tipo imprimió su propia leyenda. Y José Luis Nacci, con su documental, parece ponerlo todo en discusión. Deja la pregunta flotando en medio del patio de butacas: Lo que vemos (en el cine o en el mundo) ¿es la realidad?